La brisa
madrugadora
cubre de
escarcha y rocío
los follajes
y las flores,
las ventanas
y postigos,
las aceras
empedradas
que sostienen
los caminos
se alumbran
con los luceros
que regala el
infinito.
Al final de
la escalada
se puede ver
mi ranchito,
es solo una
mediagua
que está al
borde del camino
hay que bajar
una trocha
flanqueada
por muchos pinos,
por un camino
de mulas
de mil
novecientos cinco.
Cuando se
llega ¡Por Dios!
es llegar al
Paraíso,
el aroma de
las flores,
el trinar de
pajaritos,
el clima
benevolente,
todo color
verdecito,
o blanco, si
estás mirando
aquel
horizonte albino.
Este es mi rancho,
señores,
si me esperan
un tantico,
voy a
colarles café,
que molimos
el domingo,
siéntanse
como en su casa
mientras voy
y les consigo
una ruana a
cada uno
porque sé que
tienen frío.
PanchoTronera
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