sábado, 3 de julio de 2021

Amoríos


Recuerdo que no era alto,

pero sí, bien parecido,

un joven que, a su edad,

ya había ganado un título,

había ocupado un lote

en un terruño escondido

donde solo habían potreros,

corrales y sembradíos.

 

El pueblo quedaba lejos,

el abasto lo surtíamos

una vez a la cuaresma

cualquier día no domingo,

nos íbamos caminando

por senderos y caminos

cruzando los arenales

y navegando los ríos.

 

Los camiones se atrevían

a desafiar los caminos

a sabiendas que en invierno

se desbordaban los ríos,

en verano era un polvero

como el cuento e´ Florentino

que quería beber agua

de un terrón que había molido.

 

Como yo era un muchacho

buscaba novia escondío,

y me antojé de una “guara”

hija de un vecino mío,

con unas piernas gruesotas

que sostenían un “fundillo”

bien bueno para agarrarse

si le subías el vestido.

 

La “güara” era bonita,

su cabellera era un río,

una carita preciosa,

piel cubierta de vellitos,

morena como la yegua

que enamora a mi tordillo

y senos que al abrazarla

desbocaba el pecho mío.

 

Recuerdo que una tarde

que llegué bien tempranito

ella estaba ya en su casa,

la vi desde el rancho mío,

hacía un calor extenuante

me sudaba el “rabadillo”

y yo me la imaginaba

que ella estaría en lo mismo.

 

Desde lejos le insinué

que se bañara conmigo

que había llenado el tanque

y el sol estaba bien rico,

sin pensarlo ella se vino,

yo estaba sin “calzoncillos”

y ella me siguió y se puso

tal como la habían parido.

 

Lo demás no se los cuento

porque soy muy comedido

pero si se imaginan aquello…

¡si señor!, fue lo que hicimos

y ahora quisiera tener

otra vez ese amorío

para volver a tener…

aquel encuentro sensual

que tuvimos jovencitos.

 

PanchoTronera


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