Patricia y Petra Peraza
eran dos mujeres lindas,
hijas del viejo Cenobio
y su esposa Marcelina,
ambas de cabello largo
y sus caritas bonitas
que de pronto provocaba
darle un beso en la mejilla.
Patricia era delgada,
Petra era más llenita,
ambas de buena pierna
de esas que daban envidia
torneadas y bien formadas,
con cintura delgadita
que no negaban su origen
descendiente de Galicia.
El carácter sí que era
una cosa bien distinta,
Patricia era muy alegre,
descomplicada y sencilla,
mientras Petra, al contrario
era más bien agresiva
y no le gustaban los juegos
ni las bromas pasaditas.
Patricia era mi novia,
cariñosita y dulcita,
yo con ella era un amor
y a Petra le daba envidia
porque era novia de Erasmo
el que vivía en la esquina
y era “más ordinario
que tener caspa en las axilas”.
Yo recuerdo que una noche
salimos a la placita,
Erasmo iba con Petra
mientras yo iba con Patricia,
nos habíamos escapado
sin permiso e´ Marcelina,
y el viejo llegó temprano
preguntando por sus hijas.
Marcelina replicó
que eso ella no sabía
y que cuando llegó
ya hace rato que saldrían,
Cenobio se enfureció
y en los ojos le salían
llamaradas de candela
y eran rojas sus mejillas.
Estábamos en la plaza
saboreando unas barquillas
cuando de pronto llegó
el viejo tumbando sillas,
y ahí fue que salí corriendo
por una calle oscurita
y hasta ahora yo no he vuelto
a ver a mi noviecita.
Ustedes comprenderán
que eso no es cobardía
que más bien fue por respeto
y por amor a Patricia,
pero verla nuevamente,
eso sí me gustaría
porque el viejo ya murió
y ya me puedo comer,
con gusto “esa barquilla”.
PanchoTronera
No hay comentarios:
Publicar un comentario